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Cumuatillo, Mpio. de Venustiano Carranza, Mich., -- Conocida con el nombre de Cumuatillo de Morelos hoy es la segunda tenencia en importancia con que cuenta el municipio de Venustiano Carranza. Según algunos, las primeras noticias históricas de esta población datan del tiempo de La Colonia.
Aunque la situación geográfica de este lugar, en el marco histórico del lago de Chapala, lo hacía un lugar envidiable y un espléndido paraje, Cumuatillo es un nombre indígena que traducido a nuestro idioma significa “Cerro de Tuzas” y se encontraba en pleno Lago de Chapala. Puesto que, se cuenta, el antiguo cauce del río Duero bañaba la parte derecha de los cerritos de Cumuato; y que hacia el sur, inundaba toda la isla, sobre todo en tiempos de lluvias. Hoy, por fortuna, es un auténtico vergel. Su verdor, casi eterno, nos habla de riqueza.
Por tanto, si tomamos como base que el agua de la Laguna lo cubría, se puede decir que lo que ahora es un bonito centro urbano, nació y creció luego de que el ingeniero Manuel Cuesta Gallardo, previa autorización y acuerdo porfiristas, trazara y abriera el canal hoy conocido por su nombre. Sobre todo si hablamos de la extensión sobre la que se asienta el ejido. Sobre todo los terrenos que se ubican al oriente y norte de la mancha urbana, en el entendido de que todo el lado poniente estaba cubierto por las aguas de Chapala. Eso ocurrió allá en la década cero del siglo XX. En el año de 1906.
Parte de Guaracha
Aunque las luchas y pleitos, entre nativos, conquistadores y terratenientes, por la propiedad de la entonces isla, datan, en documentos, desde 1758. Seguramente hubo estas diferencias desde los tiempos anteriores a los años en el que, probablemente, inició la construcción del casco de una hacienda, cuya orientación, como sucedió con la de El Platanal, pudo haber sido con vista al sur, hacia la casa madre, dada la belleza del paisaje que ofrece en estos días la llanada que bordea la breve loma. Pero esto es una apreciación personal. Dado que de la finca quedan solamente algunas porciones y restos de lo que debieron ser las bardas del caserón costeado por el capitán Fernando Villar Villamil, cuyo precio tuvieron que soportar y financiar los acasillados peones que allí eran descuerados.
Porque, según historiadores, estos terrenos formaron parte de la hacienda de Guaracha. Hoy podemos imaginar que cuando Villar Villamil compró los terrenos del monstruoso latifundio, ordenó a Gerardo Galichi, administrador italiano de la propiedad, que las comunidades indígenas de Pajacuarán y de San Pedro Caro presentaran sus títulos, como Pueblos de Indios que eran, para regularizarlos. Como consta en el Archivo General de la Nación, el año de 1717. Por lo que es posible que esa porción de la Laguna de Chapala también haya formado parte del inventario.
Porque en la siguiente centuria, los propietarios de la hacienda de Buenavista (Vista Hermosa), también entraron en litigios, al llamarse dueños del islote. Tal vez a estas desavenencias no escaparon ni Francisco Velarde, El Burro de Oro, primero; ni don José María Negrete, más tarde. Aquel, antes de ser pasado por las armas en Zamora. Y el segundo, porque muerto aquél, y despojado de sus pertenencias por el gobierno Liberal, pudo adquirir, en propiedad la hacienda de Briseñas, cuyos dominios abarcaban a la cercana comunidad de El Fortín, antiguamente propiedad de Buenavista. Aunque, tal vez, pudo conservar su linaje original ya que había sido considerada como un recoveco de la hacienda de Guaracha.
No es redituable, no paga
Desde hace tiempo, los habitantes de este poblado, llamado inicialmente San Isidro Labrador, además de sembrar sus fértiles parcelas, suelen darse, como segunda actividad y modo de vida, a la crianza de ganado vacuno, generalmente de razas que producen leche y carne. Todos los ejidatarios, dice Marco Polo Padilla, “tienen sus parcelas”, y una vez cosechadas, acostumbran recoger toda la basura (el rastrojo) para “sus vacas. Pero la tienen que moler. Y esto implica la compra y la utilización del diesel para que mueva las flechas y cribas del molino. Y hay que pagar a los peones” que se requieren para la molienda. Y el precio de la leche “es muy bajo”; no paga, no es redituable.
Marco Polo Padilla, que es un joven ganadero productor de leche, asegura haber entregado, apenas la semana que acaba de terminar, mil 400 litros de leche. Pero, el pago que recibió por el lácteo producto no le bastó para cubrir la cuenta de la pastura que consumieron las vacas que ordeña, durante el mismo periodo. Y lo refiere así: “Compré 30 bultos de pastura. Me faltaron 900 pesos, para cubrir mi cuenta”. Además, debo pagarle al vaquero que me auxilia en la diaria actividad. Y eso sin meter “en cuenta la paja”, que es parte esencial en la alimentación de los vacunos. De la inversión que tiene, no habla, sabedor que poco le ha producido. En estos días, el ganadero ordeña 18 vacas, dos veces al día. Esta joven tarde dominguera le acompañan y ayudan, además del ordeñador, uno de sus hijos, un chiquillo adolescente –muy diestro en eso de exprimir las ubres de las vacas-- y su esposa.
Miembro de la comunidad ejidal de Cumuatillo, que abarca una superficie de 2 mil 800 hectáreas de “8 hectáreas por parcela”. Marco Polo hoy hace público que entre quienes conforman la asociación, hay ejidatarios “posesionarios”, que suman alrededor de 500; mientras que los iniciadores apenas llegan a la cifra de 218.
Economía, vida dura
Desde hace décadas, las tierras del ejido han sido el principal pilar de la economía, no sólo del pueblo, sino de la región. Sus feraces parcelas –robadas a la Laguna mediante la desecación provocada por la construcción del tantas veces mencionado Bordo de Cuesta, distante unos 8 kilómetros del núcleo urbano, hacia el poniente--, no se cansan de producir maíz, sorgo, cártamo; o verduras como el jitomate, la calabaza, chile; o bulbos como la cebolla; o frutas como el melón y la sandía. Los grandes compradores, de Guadalajara y el Distrito Federal, se hacen presentes durante las épocas de recolección y cosechas.
No se puede asegurar, pero sí podemos creer y pensar que Fray Alonso de Ponce, que fue visitador Comisario de la Orden de los franciscanos en América, durante su recorrido –que abarcó desde 1584 hasta 1589--, durante su estancia en la región ribereña escuchó hablar del islote, en cuyo derredor se asienta el pueblo actual. Porque, en términos generales, en lo que describió en su acta, probablemente redactada y plasmada en el papel en Jalisco, en 1586, destaca la fertilidad de la tierra. Condición que dista mucho de tener las tierras del vecino estado, ya que anotó que: “La Laguna de Chapala es mayor que la de Cintzuntzan (Pátzcuaro), tiene más de 30 leguas de largo y de ancho 10, levanta grandes olas como si fuera mar, y su agua es dulce, criánse en ella muchos y muy buenos bagres y muchos otros pescados buenos de comer, danse en su orilla muchos y muy grandes platanares, cañas dulces de azúcar, uvas, membrillos, granados, guayabas, higos, naranjas, sidras, limas y limones en mucha abundancia y hortalizas de toda surte: sacan los indios mucha agua de azahar, y de ella mucho dinero. Es tierra tan fértil de naranjas, que en la huerta del convento, donde hay muchos de estos árboles, se cogió de un naranjo dulce un ramo que tenía once naranjas buenas, gruesas, maduras y amarillas, apiñonadas una encima de otras, y por ser cosa muy vistosa se le dio al padre Comisario. Dance allí unas raíces que se llaman Xicamas, a manera y casi del color de los nabos redondos, sin barbas ningunas, tan gruesas que por lo menos tiene cada una más de tres libras”.
Sin embargo, la vida de los campesinos y productores, es dura, afirman. Porque los costos de los insumos, semillas y fertilizantes, además de insecticidas, pesticidas y herbicidas, cada día elevan sus precios. Además, no son pocos los agricultores que se quejan del trato que reciben por parte de las autoridades y funcionarios que se dicen dispuestos a ayudarlos. Con rabia contenida, aseguran que los políticos acuden a ellos con las mismas ofertas y prácticas de siempre: el engaño y la dádiva. Ayer estuvo el diputado local, y ofreció encabezar la construcción de vivienda. Sin embargo, cuando le pregunté –me relató un joven campesino-- si ya tenía el permiso correspondiente para la realización del proyecto, respondió que no. “Entonces le cuestioné: ¿Cómo vamos a construir, si no hay permiso?”
De mal en peor
Otros –tercia otro agricultor, que acompaña al anteriormente anotado--, te sugieren que te apuntes para recibir el “apoyo”. Y te ofrecen ayuda, dizque porque eres ejidatario. Te hacen ir a perder el tiempo a otros lugares. Allá, ni caso te hacen. Lo que quieren son los votos de la gente. “A la gente que le llegan esas ayudas, es a la que tiene dinero. Por eso muchos de nosotros preferimos irnos al Otro Lado. Yo me fui porque tengo como 2 ó 3 años solicitando apoyo para comprar un tractor, para hacerme de una rastra, y nunca me ha llegado”, la ayuda. No apoyan a los que lo necesitamos. “Apoyan a los que tienen dinero. A la gente que está bien jodida, nunca le dan nada”.
“Y vamos de mal en peor: antes sembrábamos 30 hectáreas. Ahorita sembramos 15: de maíz, sorgo y cebolla. Pero, ¿qué te ganas?, cuando lo vendes no tiene precio. ¡Nunca tiene precio! Y vete al mercado a comprar cebollas, y están hasta el culo de caras”. Además, remata el joven y enrazado campesino: hay mucha corrupción. Aunque esto también sucede el los Estados Unidos. Los mexicanos, allá, en vez de darnos la mano, nos damos cuchilladas por la espalda”. Otras razas se unen. Nosotros no. Vivimos en la corrupción. Y eso no ayuda.
Olvidados, dejados de la mano de Dios
La migración, a pesar de ser un fenómeno fuerte en la región, en Cumuatillo, según refieren los adultos del pueblo, los padres de familia, no ha sido muy abundante. Así siente y cuenta un par de setentones que, cubiertos por la sombra de un fresco árbol, posiblemente luego haber asistido a misa dominical, esperaba la hora de acercarse a la mesa. “Sí hay quien se vaya, año con año, a California. Pero, la verdad, no se nota mucho, cuando se ausentan”.
Lo que sí es notorio –agrega el otro--, es la escasez que tenemos en todo, cuando de gobiernos hablamos. “¡Vea nada más! –y señala una fila de bancas rotas, quebradas, destartaladas, de las que hay sobre la plaza, antes de ordenarme--: ¡tómeles fotos, pa´que las publique!”. “Aquí no hay policía, de ninguna. Lo que hay es una bola de malditos, cabrones, que por las noches viene a hacer sus escándalos. El presidente municipal no se hace presente en el pueblo. Eso sí, cuando andan en campaña, a todo mundo abrazan, le dan la mano. ¡Estamos olvidados, dejados de la mano de Dios!”, indica.
El aspecto que muestra la población, al filo de las 15 horas, es de una soledad adormecedora. Los negocios cerrados, salvo los depósitos cerveceros y las licorerías. En la plaza, y en los alrededores, a más del par de labriegos con los que platico, sólo se aprecian un puesto de raspados y el vendedor; quizá probable propietario de negocio y vehículo en que se ofrece el producto. Las calles, sobre todo las cercanas a la iglesia y a la plaza cívica –por cierto muy amplia y llena de rosales mal tratados, les falta la poda, lo mismo que al pasto--, lucen mucho mejor que las que rodean la plaza de Venustiano Carranza. Están buenísimas. Les aventajan, además, en amplitud. Un poco más arriba, detrás de la iglesia, es posible observar empedradas calles que se descuelgan desde lo alto de la breve colina donde tentativamente se encontraba el casco de la hacienda, hasta perderse allá abajo, en el hermoso llano, ya sea rumbo a El Fortín o a Pajacuarán. Eso sí, los empedrados muestran las huellas de los pasos del tiempo y vehículos. Las construcciones, la gran mayoría de concreto y tabique, se encuentran salpicadas por alguna que otra vivienda de la primera parte del pasado siglo, aparentemente sin tapancos, pero con tejados de 2 aguas.
San Isidro Labrador
Pueblo campesino, habitado por hombres y gente que vive del y para el campo, no podía olvidar sus orígenes: el patrono del lugar y de la parroquia, es san Isidro Labrador. Cada 15 de mayo celebran su fiesta. Pero las festividades comienzan desde el sexto día, del quinto mes de cada calendario. Hasta el altar parroquial peregrinan católicos de las vecinas comunidades de El Fortín, La Magdalena, Ojo de Agua,… Probablemente los romeros, una vez cumplido el compromiso religioso, mitiguen el hambre con los deliciosos chicharrones que ofrecen los carniceros. O tal vez lo hagan mientras saborean una suculenta y jugosa hamburguesa. Quizá prefieran las estupendas y deliciosas gelatinas que se ofrecen en la plaza, o se endulcen la vida con un estupendo dulce confeccionado por los sabios dulceros del pueblo. Aquí, contrariamente a lo que anuncia el lema del municipio, la gente no se dedica a la pesca, a pesar de la cercanía con la Laguna de Chapala. Sobre la carretera, que es la que une a las poblaciones de Sahuayo y Briseñas, hay un modesto y nuevo hotel.
Vamos a Cumuatillo, a disfrutar de esta parte de la Ciénega. No nos arrepentiremos.