La buena calidad de su tierra
San Gregorio, Mpio. de Pajacuarán, Mich., Agosto 4 del 2014.-- San Gregorio, comunidad perteneciente al municipio de Pajacuarán, se ubica al norte del municipio. Es una de las más grandes poblaciones asentadas en la tierra de David Franco Rodríguez, líder recordado en toda la Ciénega de Chapala, en la parte michoacana.
Antes de ingresar al caserío, llama la atención el complejo formado por las instalaciones para el sacrificio de reses. Desgraciadamente, como siempre ha sucedido, el resultado fue el fracaso. Hoy las construcciones, por la cercanía de los predios, parecen formar parte de una escuela, si uno camina rumbo a la cabecera del municipio.
Esta tarde, a pesar de que estamos en plena temporada de lluvias, nos hace recordar que también atravesamos el verano.
Iglesia
Un enorme crucifijo domina y guarda, desde la parte más alta del retablo, domina una gran imagen de La Guadalupana y a la amplia nave de la fresca iglesia dedicada a San Gregorio Magno. Sobre una de las altas bardas, a la derecha del altar, se puede apreciar un lienzo, grande, pintado al óleo, con la imagen de San Gregorio, patrono de la comunidad, pintado por alguien que se firmó Mario, y que en este año cumple 40 años. Según se puede ver, la pictórica obra fue terminada en 1974. Si algún pero se le puede poner, en este caso, se refiere a la colocación del cuadro.
Las gruesas pilastras que sostienen la nave, esconden la imagen del patrono. Llama, empero, la atención, la serie de grabados sobre madera con que se representa el Vía crucis. La restauración de que fue objeto estuvo a cargo del presbítero y arquitecto Octavio Gutiérrez y del Ing.Rogelio García Tortoriello.
Si uno toma en cuenta el tipo de construcciones que se observan en cada una de las poblaciones visitadas, podría decirse que aquí la gente vive bien. La mayoría de los inmuebles son de tabique, cemento y fierro. No escasean, empero, mezcladas entre sus más jóvenes vecinas, las viviendas con techos de 2 aguas y bardas de adobe. Extensa llanada abierta, hace ya más de un siglo, por el ingeniero tapatío Manuel Cuesta Gallardo, quien hirió de gravedad al lago de agua dulce más extenso del país, al construir el bordo que lleva su nombre, que comienza en La Palma y termina en Ibarra. Allá, hacia el norte, donde se juntan las desembocaduras de los ríos Lerma y Duero –este situado al sur de la península sobre la que se asienta la comunidad de Ibarra.
La gente vive bien
A esta hora, como sucede en todos lados, la plaza luce casi vacía. La plancha de este espacio muestra una superficie recubierta con cemento hidráulico de mala calidad. Además de las bancas tradicionales de metal, unas de fierro forjado, otras unidas mediante parches de soldadura dan la impresión de que no fueron hechas en el mismo lugar. Los paseantes y vecinos pueden sentarse y utilizar como bancas lozas de jardineras, bajo refrescantes sombras de los laureles de la India, que abundan en el sitio. Las calles, en su mayoría, están cubiertas con cemento o con asfalto. Pueblo pacífico
Contrariamente a la idea que se tuvo acerca de los habitantes de esta parte de La Ciénega, los habitantes de este lugar, tras los primeros saludos, nos hacen cambiar de opinión –Puede ser que los cuentos con que llegaban los jornaleros de hace décadas, que debían acudir en busca del jornal que obtenían en su tierra, hayan prevalecido en el subconsciente de los habitantes de otros sitios. Y más si recordamos que en esta región los agraristas, liderados por gentes como Rafael Picazo, o Jorge Méndez, o el mismo David Franco Rodríguez, ganaron fama de matones. El mismo Manuel Cuesta Gallardo perdió la vida en ese tiempo y, según se supo, a manos de Rafael Picazo.
En realidad, quienes aquí viven son amables, cordiales, prontos a entablar conversación. Esto lo confirma, en breve conversación, a un vendedor de refrescos que, a lo largo de 12 años ha visitado y surtido a la mayoría de los establecimientos comerciales que visita: misceláneas y puestos de comida. Afirma que durante este tiempo el trato de ha recibido por parte de los sangregorianos, ha sido “excelente. Ningún motivo he tenido para quejarme de ellos”.
Falta de lluvia
A través del viaje, hemos observado –mis hermanos y un amigo que me acompañan-- y sentido esta porción del Estado, como sucede en la totalidad de la entidad, aquí también se resiente la falta de lluvia, sobre todo en aquellos predios en los que no es posible hacer uso del riego. “Este ha sido el peor año, en 12 que tengo trabajando en esta empresa, en cuanto a ventas. Es el peor año para todos los que trabajamos aquí, en números, en ventas. Y para salir de este bache, nos va a costar un buen trabajo”, sentencia. Que por esta causa, “ya se fueron por delante 3 de mis jefes. Es que si uno no da el ancho, vas para afuera de la empresa. No importa el cargo que ocupes”.
Además de esta comunidad, el comisionista visita los poblados de Cumuato, El Fortín, Cuatro Esquinas, El Cuenqueño, El Alvareño y El Capulín. La oficina desde donde sale a trabajar se ubica en La Barca, Jalisco.
El doctor, Moisés Venegas
Hace más de 30 años, esta localidad era desconocida para buena porción de los habitantes del occidente michoacano. Tal vez los arrieros y aquellos jornaleros que, desde septiembre, tenían que abandonar sus hogares en busca de trabajo, sabían de su existencia. En esta región, las cosechas de maíz ofrecían a los que carecían de un empleo la ocasión para mitigar el hambre de sus hogares. Y viajaban, por el tiempo de la cosecha, hasta estas tierras, mientras sus sembradíos alcanzaban el tiempo de maduración. Por lo visto y sabido, eran pocos los valientes que lo hacían. Sin embargo, hacia mediados de la década de los ochenta, del siglo pasado, el nombre de esta población sonó fuerte, se dio a conocer. Había llegado, al pueblo, un médico que hacía milagros. Se llama Moisés Venegas.
Aún, cuentan los vecinos, ofrece sus servicios a quienes los requieren. Por esos tiempos, los que buscaban la salud llenaban camiones y hacían viajes especiales. Había quien invitaba, juntaba y sumaba enfermos, llenaba el cupo requerido y los llevaba hasta la puerta del consultorio del doctor Moisés. Hoy, según los vecinos, las consultas, sin llegar a ser iguales en número, mantienen un buen nivel. “Pero él cura en Jalisco, en México y en Estados Unidos”, dicen ufanos los lugareños.
La economía, la agricultura y los norteños
Asentado, como antes se anota, sobre el lecho de lo que fue parte de la laguna de Chapala, en su fértil suelo se producen verduras como jitomate, cebolla, chiles, lechuga y coliflor; semillas como el cártamo, el sorgo, el trigo y desde luego el maíz. También, de los cenicientos surcos del ejido San Gregorio salen frutas como el pepino, la sandía, la que tampoco se vendió al precio que esperaban los agricultores. Estas tierras también producen melón, sobre todo de la variedad Cantaloupe (el chino).
Sin embargo, en cuanto a la producción del maíz, gracias a los bajos precios en que se ha vendido la semilla, muchos productores han optado por otro tipo de siembra. Algo perecido pasa con el cártamo, al “que le bajaron el precio”. Y eso se ha traducido en menos producción de la oleaginosa. “La gente se desanima –comenta el agricultor local--. ¡Y ya ve que, de por sí, no hay dinero!”. Pero eso sí, los insumos son caros. Estos, cada año alcanzan precios más altos: “Un bulto de semilla vale 3 mil, 3 mil y algo, depende de la marca y variedad que se quiera sembrar”. Recuerda que cada bulto trae apenas 60 mil granos para la siembra. “Cuesta más, más de mil pesos, que una tonelada de producción”. “Y se requieren, de perdida, para 2 hectáreas, tres bultos”.
En suelo tan feraz no son raros los ejemplos en los que una hectárea llegue a producir “entre 8 y 10 toneladas de maíz. Es lo que yo tanteo. Más o menos”, cuenta el entrevistado, quien, hace un alto en su camino. Con modestia, el entrevistado confiesa que las tierras de los productores locales son de mejor calidad que las que se encuentran más allá del cauce del Lerma: las que dividen a La Barca de Jamay, en Jalisco. “Aunque esas también producen mucho”, dice.
Pero éste será un año de perros para los agricultores. “Lo que producen los agricultores no vale. Esto lo comparto con amigos productores. Lo que es de los ricos, de los acaparadores, sí vale”. Además, a todo lo anterior, los hombres del campo de San Gregorio tienen que vencer otro problema: no cuentan con centros de acopio para almacenar o vender sus productos. Las semillas son transportadas a la vecina Briseñas, o a La Barca, y, muy raramente, a Vista Hermosa.
La ganadería, la crianza de ganado vacuno, poco ha llamado la atención de los habitantes del ejido. La existencia de unos inmuebles construidos para lo que se presume fue un rastro, propio de alguna de esas uniones empresariales formadas por grupos de ejidatarios que, por desgracia, estaban destinados al fracaso, y que ahora permanecen abandonados, puede ser el mejor ejemplo de que aquí poco atractivo tiene esta actividad. Sin olvidar que los forrajes forman parte de la economía del lugar. Hay, empero, quienes tienen vacunos, como segunda actividad económica. Y no falta el gran productor de carne de res. En realidad, son pocos los que tienen ganado.
Si vienen o no, se da la fiesta
Tierra por la que atraviesa, en la parte norte del terreno, el río Duero, tiene fama por la calidad de lo que en este tramo se pesca, a pesar de las grandes carencias con que se ganan la vida los pescadores de la localidad. Una queja común, entre los pequeños pescadores, es la falta de seguridad. Son frecuentes los robos de que son víctimas: les roban las redes, los utensilios para su labor. Por lo demás, el pescado de aquí tiene buen mercado en Sahuayo, La Palma, Vista Hermosa y Cojumatlán.
La migración hacia Estados Unidos no es despreciable, ni menor. Cuentan los vecinos que más de la mitad de los nacidos aquí, en edad de trabajar, radican allende nuestras fronteras. Pero “si vienen, o no vienen, las fiestas se celebran en noviembre”, precisan. Porque la fiesta más importante de esta comunidad se celebra en honor de San Gregorio. Y se da entre los días 8 y 17 de noviembre del calendario. Durante esas fechas, se matan dos pájaros de una pedrada: en medio se cruza el día 12, que se dedica a la veneración de la Virgen de Guadalupe. El 16, es la fecha dedicada al patrono San Gregorio. Durante las festividades, y en las grandes ocasiones, los sangregorianos gustan servir e invitar birria –sobre todo de res-- y carnitas de cerdo.
Los habitantes del pueblo son muy amistosos. Fáciles al platicar, gustosos invitan a los lectores de GUÍA a conocer San Gregorio. Tienen mucho que ofrecer a los visitantes. Se trata de gente muy noble.