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El Santo Padre tuvo su primer encuentro con cerca de diez mil universitarios el pasado 30 de noviembre. La oración de las vísperas se realizó en la basílica de San Pedro en lo que -en palabras del Papa-, era «la cita tradicional de Adviento con los estudiantes de las universidades de Roma, a los cuales se unen los rectores y profesores de los ateneos romanos e italianos». Ha llamado la atención el modo como el Pontífice recordó al Beato Pier Giorgio Frassati quien, decía: «Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin sostener una lucha por la verdad, no es vivir, sino sobrevivir». Su Santidad reiteró su preocupación para que todos los cristianos no tengamos miedo a la santidad y su llamado se hizo aún más radical cuando se dirigió a los jóvenes universitarios para que no se dejen llevar por una vida cómoda y aburrida que les impidan vivir en plenitud. Recordó que cuando San Pablo se «dirige a los cristianos de Tesalónica para que Dios los santifique hasta la perfección, demuestra de un lado su preocupación por su santidad de vida puesta en peligro, y de otra una gran confianza en la intervención del Señor».
Muchos jóvenes se preguntaban quién era el joven universitario a quien el Papa Francisco propuso como modelo. Pier Giorgio Frassati nació el mes de abril de 1901, de una familia de la alta burguesía de Turín, Italia. Comenzó con una terrible migraña el 29 de junio y después una poliomielitis fulminante lo llevó a encontrarse con la muerte el 4 de julio de 1925. Su Santidad Juan Pablo II lo proclamó Beato el 20 de mayo de 1990. En momentos de prueba y sufrimiento, este joven enamorado de Laura Hidalgo, una joven huérfana a quien sus padres rechazaban por sus modestos orígenes, decía: « ¿En mis luchas interiores muchas veces me he preguntado por qué tendría que estar triste? ¿Debería sufrir o soportar con un corazón melancólico este sacrificio? ¿O tal vez he perdido la fe? No. Gracias a Dios, mi fe todavía es bastante firme y los sufrimientos me ayudan a reforzarla pues es la única fuente de verdadera alegría de la que yo puedo estar satisfecho en este mundo. Cada sacrificio que haga vale la pena sólo por el hecho de conservar mi fe».
Animó a los universitarios a no caer en la tentación de soportar un mundo sin retos, en el que todos nos hemos acostumbrado a una vida fácil, en la que solamente nos quejamos o responsabilizamos a los demás de lo que no hemos podido lograr. «Porque nosotros somos débiles –expresó- y esto lo sabemos, y nuestra naturaleza humana es frágil. Los dones de Dios se conservan en nosotros como en ‘vasos de barro’. Así es la debilidad. La intervención de Dios en favor de nuestra perseverancia hasta el final, hasta el encuentro definitivo con Jesús, es la expresión de su fidelidad. Es como un diálogo entre nuestra debilidad y su fidelidad; Él es fuerte en su fidelidad. Y Pablo dirá en otra parte, que él, el mismo Pablo, es fuerte en su debilidad porque está en diálogo con la fidelidad de Dios y esta fidelidad de Dios nunca desilusiona. Él es fiel sobre todo a sí mismo […]. Esto nos da seguridad y gran confianza: una confianza que se apoya en Dios y solicita nuestra colaboración activa y llena de coraje delante a los desafíos del momento presente».
En un momento decisivo del encuentro, el Santo Padre invitó, casi exigió, a los universitarios a vivir a tope, a no ser espectadores fastidiados e insistió: «Por favor no miren la vida desde el balcón, mézclense allí en donde están los desafíos que se les presentan para llevar adelante la vida, el desarrollo, la lucha por la dignidad de las personas, la lucha contra la pobreza, por los valores y tantas luchas que encontramos cada día. Son varios los desafíos que ustedes los jóvenes universitarios están llamados a enfrentar con fortaleza interior y audacia evangélica. Fortaleza y audacia. El contexto sociocultural en el cual están insertados a veces se vuelve pesado por la mediocridad y el aburrimiento. No hay que conformarse con la monotonía del vivir cotidiano, sino hay que cultivar proyectos de horizontes amplios, hay que ir más allá de lo ordinario. ¡No se dejen robar el entusiasmo juvenil! Más adelante, casi alzó la voz y enfatizó: «Si ustedes no se dejan condicionar por la opinión dominante, se mantendrán fieles a los principios éticos y religiosos cristianos y sólo entonces encontrarán el coraje para vivir también a contracorriente».