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Tranquila y limpia población de la Ciénega
El Valenciano, Mpio. de Ixtlán, Mich.-- En el origen del nombre de esta población, El Valenciano, se encuentran 2 versiones. La primera da cuenta que, el nombre, se originó en una hacienda que Francisco Velarde de la Mora, El Burro de Oro, llamada La Valenciana, poseía en Guanajuato. La segunda tiene que ver con el origen de los ancestros de tan célebre personaje, quienes habrían nacido en Valencia. Y en honor a esa provincia, tuvo a bien bautizar la hacienda.
Este rincón del municipio de Ixtlán de los Hervores, hoy luce un rostro nada despreciable, enmarcado en la parte oriental de la Ciénega de Chapala, aunque recargado en un macizo montañoso que lo separa y oculta –amplio valle de por medio-- de viajeros que transitan sobre la carretera que une a Zamora, Michoacán, con La Barca, Jalisco; y de la propia cabecera del municipio.
Un poco de historia
Durante los años comprendidos entre 1100 y 1200, de nuestra era, se cree que llegaron, desde la parte norte del continente, grupos de chichimecas, de la tribu Uacusecha (palabra que significa águila), que al mezclarse con los pocos que habitaban la región del occidente michoacano, dieron vida a un cacicazgo e impusieron su lengua. Se sabe que, un par de centurias después, el poderío que alcanzaron estas etnias, fue tanto que, ahora con el nombre de Cacicazgo de Ixtlán (Lugar donde abunda la fibra del maguey), que pertenecía al señoría de Tototlán, ahora Jalisco, dominaban toda el área antes mencionada.
Aunque no estaban solos. Cerca, en lo que ahora se ubican Zamora y Jacona, gobernaban las huestes del imperio Purhépecha. Quienes, al igual que los guerreros aztecas, asediaban la región; al grado de que eran frecuentes los enfrentamientos entre ambos ejércitos. Finalmente, se alzaron con la victoria los súbditos del Cantzontzi. No faltaba mucho para que los barbados llegados de allende el mar, hicieran su aparición por esto lares. Temerosos, sabedores de que los blancos hombres eran, antes que nada, muy crueles, los purhépecha, más que pelear, optaron por la rendición.
Con la conquista armada, empero, llegó la otra invasión: la de la fe cristiana. Se ha dicho que correspondió a los agustinos avecindados en Jacona la catequización de los nativos de Ixtlán y alrededores. Según algunos estudiosos, correspondió a don Lucas Carrillo, organizar a las distintas tribus y a los hispanos residentes en el territorio, allá cuando se despedía el siglo XVI. Le fue, entonces, otorgado el título de Pueblo, con cabecera en Ixtlán. Esto sucedió el 1598.
16 años más tarde (1614), se cuenta, ya existía, en este lugar, una estancia ganadera –Merced Real de por medio--. Las condiciones del terreno eran las adecuadas para esta actividad, dado que, durante la época de lluvias, las aguas de la Laguna de Chapala crecían tanto que cubrían toda la superficie que rodeaba lo que ahora es una breve montaña –lo mismo que los promontorios cercanos--, hasta convertirla en una isla. Cuando la temporada de aguas terminaba, el nivel de la Laguna descendía y, conforme retrocedían las aguas, las tierras más altas se cubrían de verdes y hermosos pastizales. Material muy apreciado y apetecido por ganaderos y ganado. La costumbre de criar ganado, sobre todo vacuno –aunque no escasean: ni el caballar ni ovinos ni caprinos--, no ha muerto, y lejana se ve –si es que algo de esto se atisba en la región-- su extinción. En el vecino poblado de El Limón, existe un centro en el que se cultiva, estudia y atiende con profesionalismo este ramo.
A este respecto, Heriberto Moreno García, en su obra, Haciendas de tierra y agua, dio cuenta de un texto en donde se puede leer:”Diego de Ochoa y Garibay, descendiente de fundadores zamoranos, en 1614 recibió otro sitio o potrero, en el camino de Ixtlán a Pajacuarán, a la derecha de un monte guijarroso, a la par de un sitio de ganado mayor, junto a la estancia de Valenciano”.
Guaracha
29 años más tarde, empero, otro zamorano, Pedro de Salceda Andrade logra hacerse, legalmente, de la hacienda de Guaracha, latifundio al que pertenecían los terrenos de El Valenciano. Y esto de legalmente debe ser encomillado. Es fácil imaginar cómo, este potentado, pudo burlar derechos y leyes, sobre todo cuando de propiedades de nativos se trataba. Porque tales dictados, tales leyes, para la protección de los aborígenes, nunca fueron obedecidas: ni por encomenderos, ni por beneficiarios de Mercedes Reales, ni por las autoridades. Desgraciadamente, el único perdedor ha sido, desde entonces, el nativo.
Así, mediante la adquisición fraudulenta de terrenos y al despojo de territorio a las comunidades indígenas originalmente asentadas en esta región, Guaracha llego a ser el latifundio más grande del occidente michoacano. Abarcaba gran parte de lo que ahora son los municipios de Cotija, Jiquilpan, Sahuayo, Cojumatlán, Vista Hermosa, Brisenas, Venustiano Carranza, Pajacuarán, Villamar, Chavinda, Tangamandapio e Ixtlán de los Hervores.
Las divisiones
Al dividirse el latifundio, el 1790, entre la familia De la Mora, que adquirió la hacienda de Buenavista (hoy Vista Hermosa y Briseñas), mientras que la mayor parte pasó a manos de don Victorino Jasso y Dávalos, y quien conservó el nombre original de la inmensa propiedad, la estancia ganadera de El Valenciano, se había convertido en una próspera finca agrícola, conocida con el nombre de hacienda Valenciano, se mantuvo como pertenencia del tangancicuarense Jasso y Dávalos. Como también lo eran las de San simón, El Platanal, La mula, San Juan Palmira, La Luz, La Plaza, El Limón.
Con la muerte de don Victorino Jasso –que fue asesinado por los insurgentes, en 1811--, la que fue su propiedad sufrió una nueva división. Una parte conservó el nombre y sitio de mando en Guaracha. La otra, se asentó en la hacienda de San Simón. Esta fracción, heredada por doña María Josefa Jasso de Dávalos, con una extensión aproximada de 10 mil hectáreas, estaba formada por las fincas siguientes: El Valenciano, San Nicolás Colongo, Rincón del Mezquite, La Estanzuela, El Limón, La Plaza, La Mula, La Cuestita, La Higuera, además del casco de San Simón.
Si en lo eclesiástico, en 1777, tiempo en que se fundó el curato de Ixtlán, dependiente del obispado de Morelia, en 1864, con el nacimiento de la diócesis de Zamora, dicho curato pasó a depender del nuevo obispado. Sin embargo, hay una versión en la que se afirma que, por esos años, la propiedad de El Valenciano pasó a ser propiedad de Francisco Velarde de la Mora, conocido con el mote de El Burro de Oro.
San Simón, en 1897, después de haber sido administrada mancomunadamente durante más de 40 anos por los hermanos Arcadio, Nicolás y Francisco Dávalos Jasso, la hacienda San Simón se fracciona debido a las muertes de Arcadio y Nicolás. La propiedad se dividió en 3 partes: la primera conservó su nombre: San Simón, y fue dado a las 2 familias de Nicolás; La segunda que abarcaba las fincas de La Plaza y Valenciano, pasó a manos a las 2 familias de Arcadio. La tercera se llevó La Mula y fue para Francisco.
El Bordo y Doña Revolufia
Por último, hacia 1905, los terrenos y finca de El Valenciano pasaron a manos de los miembros de la familia Dávalos Espinoza. Entonces se tenía programado la apertura del Bordo de Cuesta. Obra con la que se desecó la parte oriental de la Laguna de Chapala. Es decir, la parte que pertenecía a Michoacán. Con esto, los grandes beneficiarios resultaron los de siempre: los grandes terratenientes, al ver ampliadas las extensiones susceptibles de ser explotadas, para la agricultura, principalmente. Los perjudicados, como ha sido la constante: los que se habían mantenido de la pesca. Con el bordo, esta se corrió hasta más de 20 kilómetros hacia el poniente.
Se cuenta que gracias a que se rompió el dique, por lo que las aguas volvieron por lo que les perteneció, los habitantes de esta región michoacana no participaron, ni sufrieron como en otros lados, los efectos de Doña Revolufia. Las guas, entonces, fueron aguas salvadoras.
Sin embargo, de quien no fue posible salvarse, fue, del pérfido Inés Chávez García, enemigo de los ricos y las muchachas. “Contaban nuestros bisabuelos que cuando llegaban Chávez y su tropa, las muchachas mas jóvenes y bonitas se tiznaban la cara para aparentar ser feas, pues este sujeto y sus compañeros tenían la costumbre de robarse a las doncellas que les gustaban para satisfacer sus instintos. Fue hasta 1918, con la muerte de este bandido, que nuestra región volvió a la tranquilidad”, cuenta un vecino del pueblito. Para entonces, la hacienda era parte del patrimonio de las hermanas Carlota y Dolores Méndez Ruíz, quienes la habían comprado a la familia Dávalos Espinoza.
El ejido
Como ocurrió en toda esta parte, el reparto agrario fue encabezado, nominalmente, por los líderes regionales, maniobrados y apoyados por la familia Cárdenas del Río: Rafael Picazo, David Franco Rodríguez, Jorge Méndez, Enrique Bravo Valencia,… Los terrenos de la hacienda corrieron la misma suerte de todos los latifundios de la región. Esto sucedió durante la década de los 30´s, luego de la llegada al poder del general Lázaro Cárdenas, al gobierno del Estado, primero, y a la presidencia de la República años más tarde.
Hoy en día, los agricultores locales cultivan, en sus feraces parcelas, fresa, maíz, trigo, sorgo, cártamo, jitomate y cebolla. Con los rastrojos, suelen alimentar sus hatos ganaderos. De los que obtienen buena cantidad de leche. Aunque estas actividades no han sido capaces de contener la sangría migratoria, sobre todo hacia los Estados Unidos.
Los sitios en donde se concentra los mayores núcleos de valencianos, en el país cuya bandera la componen las barras y las estrellas, son: Pittsburg, en centro occidente del Estado del Oro, como también se conoce a California. La ciudad, situada en el punto donde se juntan los ríos San Joaquín y Sacramento, frente a la bahía de San Francisco, ha dado casa, cobijo y sustento, al mayor número de valencianos. Le siguen Pomona, en las cercanías de Los Angeles, Chicago, Illinios, y Delano, en el caluroso valle de San Joaquín, en el mismo Estado del Oro.
Pero estas comunidades no se han olvidado de su pueblo, de la cuna que los vio nacer. Sobre todo durante las festividades patronales, cuya celebración se lleva a cabo en el mes de marzo. Con la fiesta se honra al patrono del pueblo, San José. A cuya devoción se ha dedicado la iglesia parroquial. Durante las celebraciones, son frecuentes, indispensables, las actuaciones de los grupos de danza, del lugar y de poblados vecinos, terminadas las ceremonias litúrgicas. Entre estas, son clásicos, durante las fiestas, los Rosarios de Aurora, las peregrinaciones por las calles, antes de entrar a una hermosa, por su sencillez, limpieza y buen gusto, iglesia. El donde se oficia la reglamentaria misa cantada.
Hijos ilustres, los tocayos Ventura
Es innegable que el más preclaro de los hijos de El Valenciano, es el presbítero don Raúl Ventura Navarro, actual rector del Santuario Guadalupano de Zamora. Ordenado sacerdote en Zamora, en 1971, luego de una estancia en Roma, regresó a la Ciudad Eterna donde terminó un doctorado en Teología. Estudió, después, en la Universidad Loyola, de Chicago, para estudiar un master en psicología. : "La idea era volver a Roma, para hacer el doctorado, pero ya no se pudo porque el Señor Obispo me pidió que regresara a la Diócesis" (según información difundida por el Seminario).
A finales de 1974, ya en Zamora, su primer servicio fue como Director Espiritual del Seminario Mayor, por 3 años. Su siguiente encomienda fue la de Rector del Seminario: "Fue un reto muy interesante, ya que estaban ahí varios de los que fueron mis maestros, como Mons. Francisco Valencia y el P. Conrado Fernández (+), a quienes siempre agradecí su asesoría ya que en un momento dado se convirtieron en mis colaboradores. Les agradezco su paciencia, el haber disculpado mis errores porque yo no sabía, fui aprendiendo. Entonces tenía 32 años de edad".
Después de 6 años como Rector en el Seminario de Jacona, le pidieron ir al Colegio Mexicano en Roma, también como Rector: "Yo soy ex alumno de ese Colegio; allí volví a estar 4 años; en realidad, el convenio era por 3, pero me pidieron uno más y me hubiera quedado más tiempo, sólo que mi papá había desmejorado en su salud y convenía que me regresara a la Diócesis. Llegamos a ser 140 entre sacerdotes y alumnos, todos estudiando postgrados, una experiencia muy interesante desde el punto de vista educativo y formativo, para mí fue muy grande".
A su regreso fue nombrado Vicario General, por Mons. José Esaúl Robles Jiménez. Por ese entonces se recuperó la catedral inconclusa; al Pbro. Raúl Ventura le tocó estar en las gestiones del acontecimiento, por lo que se entusiasmó por la obra. Fue él quien organizó el Patronato de construcción del santuario, del cual ha formado parte: "Desde el principio he estado en ello, es decir desde hace 20 años, aunque entonces compartía ese trabajo con el de Vicario General".
Santuario Guadalupano de Zamora, donde actualmente funge como rector (Inf. El Seminario Diocesano).
Pero hay otro “Raúl Ventura Ortiz, hijo de Zenón Ventura y Anita Ortiz, también originario de El Valenciano y actualmente residiendo en el área de Chicago, Illinois, es un destacado comunicador (locutor) y analista de diversos temas de interés para la comunidad de habla hispana en los Estados Unidos, entre los que destacan: migración, economía, política y otros más”.
Viajar y conocer El Valenciano, ofrece la oportunidad de saber un poco más de nuestra región. El pueblo es bonito, limpios sus calles y empinados callejones, en los que los nombres de flores, con que muchas han sido señalados, rompe con la tradición pueblerina que nos recuerda a héroes y famosos. Aquí se respira tranquilidad. El camino, a través de La Ocalera, desde o hacia La Plaza del Limón, es una delicia, sobre todo en tiempos de calor. Además, si se es muy católico, y guadalupano, el viajero podrá observar y rezar a la virgen del Ocal, antes de alcanzar La Cruz.
¡Venga, amigo lector! Esta región michoacana tiene mucho que enseñar.