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Con el Sol en mis Barrios: Barrios Santo y de Jerusalén.

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 Aquel, barrio de cristeros y emigrados. Este, laberinto de caminitos por donde se pasea el Patrón Santiago. Todo el pueblo, ahora, de fiesta.

 

S. Tangamandapio, Mich.,--  “Los cerros del Guayabo y de La Loca, / con sombra de arrugados pergaminos, / te envuelven en la noche de la historia. / Vive el combate de los Cristeros / por las barrancas y los potreros. / Tarde de barrio, tarde piadosa, / te vas sangrando por las Guarachas / desde que herida fuiste en La Loca. / Tarde que sueña como paloma, / tarde que muere donde nacieron / interminables noches de bodas. / Tarde del barrio de los ocasos, / cómo revives siempre el cariño / cuando del Norte llega el marido”.

Si en los primeros 3 capítulos de su amoroso canto, monseñor Vivaldo Oregel Cuevas no esconde su sentir para con esas porciones de la tierra que lo vio nacer, en el par restante desvela a plenitud que no es poco el poso que guarda su encendido pecho, cuando habla de los barrios, Santo y de Jerusalén. Además, de paso, habla de una verdad tan grande como una catedral: el Barrio Santo ha sido una fuente inagotable de braceros y emigrantes. Por otro lado, es innegable la veneración que le provoca y siente  su estirpe paterna. Sentimiento que también se manifiesta cuando canta a Jerusalén. Aunque, tal vez aquí, esa emoción se reparte en tantas fracciones, como el laberíntico enredo de veredas y callejones que se entrelazan en esa comunidad. Su par de abuelos, el paterno y el materno, administraron la hacienda de El Ocholleño. A cuyos potreros, para ir desde el pueblo, hay que dirigirse a través de Jerusalén.

Allí podemos encontrar el por qué de estos versos, con los que el irredento juglar ensalza al Barrio de Jerusalén: “Caminitos que salen del barrio / y se van en la noche a las presas, / que duermen allá con la luna / donde duermen también las estrellas”.

La amnistía reaganiana

Desde lejanos tiempos, en la población se ha tenido la certeza de que los habitantes del Barrio Santo, son, desde la cuna, proclives a la migración. Sin embargo, a partir de la mitad de la sexta década del pasado siglo, ningún barrio se libró de este fenómeno. Tiempo después, durante el octavo decenio, fue una de las pocas salidas que se abrieron para quienes habían perdido sus fuentes de empleo, tras la quiebra de la industria textil local. Esa pujante actividad que parecía destinada a competir con sus similares guanajuatenses: Moroleón y Uriangato.

Las razones principales del fracaso: las cuotas que había que pagar al Seguro Social, los esbozos de un preocupante sindicalismo y los altos intereses bancarios que los ahorradores, sobre todo los norteños, recibían por hacer nada. Ante este panorama, muchos inversionistas optaron por vender sus maquinarias. En el pecado, el banco que prestaba sus servicios en el municipio, el que se jactaba de contar con una sucursal que dejaba muy buenos dividendos –según confesiones de un alto ejecutivo hechas al corresponsal--, llevó la penitencia: cerró la oficina, por incosteable. Hoy, la población adolece de este servicio. Quien por necesidad tiene que hacer sus transacciones mediante una cuenta bancaria, tiene que desplazarse a Jacona, Zamora o Chavinda.

. Los empleados y obreros, una vez liquidados, se vieron desamparados. El éxodo hacia Estados Unidos aumentó considerablemente. En el pueblo se quedaron las mujeres, a la espera de las remesas que les enviaban sus consortes. La separación familiar era lo común. Esto duró hasta mayo de 1988.

Las campañas políticas estaban en su apogeo (Salinas, postulado por el PRI; Manuel J. Clouthier, por el PAN; y Cuauhtémoc Cárdenas por el FDN), habían entrado a la recta final. El ingeniero Cárdenas, al conocerse el monto de la deuda externa del gobierno Federal –más de 100 mil millones de dólares--, aseguraba en las plazas, y en cuanto medio de comunicación le abría la ventana, que de llegar a ocupar la Presidencia, tras las elecciones del miércoles 6 de julio de ese año, declararía una moratoria de pagos.

Los hombres del dinero se incomodaron, perdieron el sueño. Y Ronald Reagan, presidente estadounidense, ante el acoso de los banqueros internacionales, optó por declarar una amnistía migratoria. Entonces, los ilegales, que estaban solos, se llevaron a sus esposas e hijos. Hubo quienes arrastraron a sus padres y hermanos.

Volverán a tus casas pintadas

Con esa sola jugada, el político-actor logró, entre otros beneficios: detener el flujo de efectivo, que tanto daño causaba a las deterioradas finanzas del país que gobernaba, impidió el crecimiento que experimentaba el costo de la mano de obra –ahora sobraba oferta--, pero permitió que el costo de la vida, víveres y vivienda –las rentas--,  se elevara. Los “alambres” –la mayoría pasaba por el desierto, con coyote, o sin él; cuando el esposo o familiar conocía el camino a seguir--,  y sus familias, no las pasaron fáciles. En una casa con 3 recámaras, llegaron a vivir hasta 3 familias, para poder costear el pago de la renta. Nada hay gratis en la vida, también hay que lamentar la pérdida de vidas, durante el paso por el desierto.

Y sin embargo, profético, el poeta afirma:  “Volverán a tus casas pintadas / golondrinas de todos los cielos. / Volverán de los llanos lejanos / los paisanos que aquí un día nacieron. / Volverán a cazar mariposas / tus retoños, mi barrio paterno”.

Durante el gobierno del antropólogo, Lázaro Cárdenas Batel, en la única visita que realizó a esta cabecera municipal, gracias a la intervención del entonces senador de la República, el profesor Serafín Ríos Álvarez, se abrió una puerta por la que se introdujo una bocanada de fresco aire: el gobierno del Estado se comprometió a comprar la producción a los pocos industriales que habían soportado todo el vendaval. Ambas partes, en la actualidad, firman contratos temporales y, de esa manera, los talleres se han mantenido en funcionamiento. Esto, por otra parte, ha resultado benéfico, sobre todo para los inversionistas. Los productos deben pasar exámenes y control de calidad.

El sano deseo de tener algo

Pero no sólo la industria ha resentido los efectos de la quiebra de la industria textil. Los barrios y calles del pueblo, desde el éxodo, cada vez lucen más desolados. El comercio local ha resentido y resiente la falta de circulante. Sólo la industria de la construcción había soportado y sobrevivido a la carencia de dinero, sostenida por las remesas que los ahora emigrados enviaban –una vez que toda la familia tenía trabajo en el otro lado--. Más que nada por el sano deseo de tener algo, en esta tierra, cuando de bienes raíces se habla.

La cabecera y el rancho de Jerusalén –situación jurídica real del Barrio—se han extendido. Por los 4 puntos cardinales, la mancha urbana ha crecido tanto que ha terminado por ahogar a los barrios originales. Sobresale, empero, un grupo de construcciones de modernistas estilos, al suroeste del pueblo. Sin embargo, es justo decir que, si hay nuevas viviendas habitadas, son muchas las que permanecen solas. Además  –con una sola excepción--, a ninguno de los fraccionadores, ninguna autoridad del municipio, parece haberle requerido el cumplimiento que exigen las leyes de la materia. Ningún fraccionamiento cuenta con fuente propia que lo abastezca de agua potable. Nadie se preocupó porque en los terrenos ofertados se construyeran banquetas, redes de agua potable y menos alcantarillado. Y en cuanto a las áreas verdes, nadie pensó. Quien quiera acudir a un parque, tiene que desplazarse hasta la plaza principal. Y hay que recorrer distancias no muy cortas.

Modos de vida

La informalidad comercial ha venido a medio suplir el hueco dejado por la industria del acrilán y los textiles. Cada mañana, apenas se avistan los primeros rayos solares, cuadrillas de vendedores se arremolinan y trepan a las camionetas pick up, cargadas con artículos para el hogar: muebles de madera, artefactos de lámina y tubular, y se trasladan a los pueblos y ciudades vecinas –a veces no tanto--. Productos que han de ofrecer casa por casa, y en abonos. Ellos suelen cobrar de acuerdo a sus ventas. La mayoría acostumbra regresar a comer a su casa. Pero hay quienes lo hacen los fines de semana.

La agricultura es, con mucho, el principal sostén de los santiagueños, así sea para el autoconsumo. Le sigue, tal vez, la ganadería. Actividad que se realiza de forma tradicional: en los potreros, en las dehesas. Muchas de las cuales cuentan con abrevaderos, represas que dependen de las lluvias. Cuando estas son escasas, los ganaderos tienen que llevar agua al potrero y completar la alimentación de los vacunos mediante la compra de concentrados, lo que encarece la producción de lácteos y carne. Empero, son raros quienes se dedican al corte y venta de leña, talados como han sido los bosques, sobre todo los de la Sierra.

Como se acabó, también, la arriería. Una actividad en la que llegaron a ocuparse más de un centenar de santiagueños (106, según los testimonios recopilados por investigadores), quienes ocupaban uno de los primeros 5 lugares en el Estado. Llevaban maíz y garbanzo, que se producía en abundancia en el municipio y región, hasta la costa, o las ciudades de Michoacán y Jalisco. Volvían con sal, trigo, piloncillo, azúcar, alcohol y frutas de aquellos lugares a donde se habían desplazado. Las historias que contaban, de las peripecias y aventuras que tenían que sortear, eran escuchadas por los vecinos con silencioso respeto. De allí que monseñor haya escrito, cuando de Jerusalén se trata, por ser la última parte del poblado:

“Estos caminos llenos de sombra, / saben la historia de los arrieros / que un día se fueron para la costa, / pero que nunca jamás volvieron. / Ellos vieron cristeros colgados. / Ellos vieron bandidos huyendo. / Ellos guardan la historia del pueblo / cuyo aliento quedose vagando / en las yácatas que hay en el cerro. / Ellos saben misterios de tumbas, / del templo sepultado / por los potreros del Ocholleño”.

La gente, nos hace sentir en casa

Desde el inicio de la actual administración, una campaña negativa se dejado sentir en algunos medios de comunicación y  a través de las redes sociales. Preocupa que así suceda. Porque los que aquí vivimos, no hemos perdido la calma. En ninguno de los sangrientos sucesos que han sido denunciados en periódicos, la Internet y la radio, han tomado parte los santiagueños (Mejor no digas, me recomendaba mi inolvidable amigo y jefe Edgardo Levy Gallardo, porque luego suceden las cosas, supersticioso como era, el irredento taurino que dirigió y condujo el noticiero policíaco más escuchado en Guadalajara). Por desgracia, se han dado, pero esto ha sucedido fuera, lejos de la mancha urbana. Por eso me parece importante dar a conocer las impresiones de María del Rocío Ramírez Zacarías, periodista que se labora en la Secretaría de Comunicación Social del gobierno del estado de Michoacán, a quien tuve la fortuna de encontrar una dominguera y joven tarde, cuando se tomaba una foto junto a la estatua de Jaimito, El Cartero:

     --¿Qué la trajo a Santiago Tangamandapio? --le pregunté.

     --Andamos de vacaciones, andamos de paseo –me respondió, en medio de alegre risa--, y no pudimos sustraernos a conocer quién fue Jaimito,El Cartero, conocido internacionalmente por el programa El Chavo del 8; y que al traspasar las fronteras dio a conocer a este pueblo hermoso, que, como él expresaba, era un pueblito lleno de vegetación y de colorido. Y, de verdad, mucha gente venimos a conocer el pueblo de Tangamandapio.

     --¿Y ya entró al pueblo?

     --Sí, ya entramos, ya entramos a conocer. Está muy bonito. Muy bonito. Y, de verdad, quiero felicitarlos. Porque la gente (de aquí) nos hace sentir en casa.

     --¿Qué fue lo que más le llamó la atención de Tangamandapio?

     --El centro. El atrio, en donde está su iglesia. Y, por supuesto, también la comida. Por aquí desayunamos, muy sabroso. Y, como le digo, la gente.

     --¿Conoció el Ojo de Agua y el árbol?

     --Al Ojo de Agua no alcanzamos a ir. Pero el árbol sí (lo vimos).

     --Es una maravilla de la naturaleza, ¿no?

     --Sí, así es. Felicidades por esta población del Estado, que pone en alto al estado de Michoacán.

     --En el caso de la estatua de Jaimito, me parece que la inversión fue una niñería, si tomamos en cuenta los resultados que a la vista tenemos –le solté al recordar los comentarios de un emigrado que se quejaba del trato que se daba al hecho.

     --Así es. A veces pensamos que las obras no se notan, pero traen un trasfondo. Y al ver la estatua aquí, viene la gente a tomarse la foto y reditúa en un progreso para la comunidad, en este caso Tangamandapio. ¿Por qué? Porque la gente conoce a Jaimito, viene a visitar, se viene a quedar (un rato). Incluso, llegan a quedarse aquí, en Tangamandapio. Pero, simplemente, el que vengan a conocer, el que vengan a consumir, son oportunidades que posibilitan la apertura de fuentes de trabajo. Es turismo que viene, atraído por Jaimito, El Cartero. Y, una vez más, ¡Felicidades por este monumento con el que, ustedes, como paisanos de él le están reconociendo!

     --Usted, a la gente que está en Comunicación Social, a sus compañeros, a la gente que los ve y los escucha, a nuestros paisanos michoacanos, ¿los invitaría a que viniesen a Tangamandapio?

     --¡Claro que sí! Llevamos fotografías para promocionarlos, para subirlos a Facebook. Es una red social donde también damos a conocer nuestro estado, para que vengan. Hay gente que no conoce Michoacán, que no conoce Tangamandapio. Los invitamos para que vengan.

     María del Rocío, quien se ha desempeñado como locutora, en una estación radiofónica  asegura que tras el regreso del PRI al gobierno del Estado, en el campo de la información ha habido un cambio, que se nota, porque “quieren conservar el poder”. “Hay cosas que están mejorando, a pesar de que se quedó el estado, endeudado, están enderezando el barco, lo están haciendo por los michoacanos. Esto se está viendo poco a poco”.

Yo, mientras sopesaba las palabras de mi colega, pensaba en los versos que don Vivaldo dedica a  Jerusalén. Y aunque parezca una falta de respeto, los tomo para escribirlos en agradecimiento a mi querido pueblo. Pueblo que celebra las festividades en honor de Santiago Apóstol:

“Dicen que el Santo Patrón del pueblo / sale de noche con su caballo / por tus caminos llenos de estrellas. / Dicen que vienen las golondrinas / y que florecen todas las siembras / por donde el Santo deja sus huellas; / y todo el barrio  duerme tranquilo / porque el Apóstol cuida los bienes / de quien devoto se le encomienda”.

 

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