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Comentario de Alexia cuatro veces dijo no

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Por Anamaría Mayol, poeta argentina  

 

Cuando Roberto Reséndiz Carmona me habló de Alexia, de su nuevo libro, de una Alexia que negó cuatro veces y que por lo tanto suponía inicialmente que se trataba de mujer libre, irrespetuosa, que se rebeló al mandato de obedecer, me quedé reflexionando al respecto. Era tentador el tema y, además, un desafío para mí comentar la poesía de  este autor mexicano a quien  respeto y admiro desde hace  mucho tiempo

El discurso poético de este libro  plantea permanentemente sentimientos en contraste y, a través de la protagonista, él mismo responde a una interpretación del mundo, donde la realidad-ficción  es reconstruida desde una  mirada latinoamericana, ligado a reminiscencias, figuraciones  simbolismos y mitos.

En partes  del texto el discurso es provocador,  como si intencionalmente el autor deseara  lograr un efecto de rebelión a partir de su poesía.

Cada contexto discursivo tiene una fuerza asimilativa que impone a la palabra una connotación, un matiz  y la metáfora es fundamental en el planteamiento poético, ya que Alexia es, un libro de poesía de símbolos/claves a descubrir.

Tal vez una de las claves iniciales esté en lo singular del título  y en esos versos cuando el autor dice que Alexia

 

 …Niega al padre y al abuelo/niega ausencias     se deshace/cuatro veces dijo no/

en las escamas selenitas….

 

Un libro cargado de simbolismos es un portal que abre un viaje de ida, con posibles regresos, en el laberinto de los significados .  

Alexia Cuatro veces dijo no  es un largo poema, de encuentros-desencuentros, exilio interno, regresos, soledades cómplices, amores, odios, cuentas pendientes y perdones.

Más allá de las  interpretaciones personales, sé que cada lector construirá, a partir de este fascinante poema, su propio viaje con ella, con Alexia. Viaje que  no concluye en el último verso, sino que adquiere múltiples direcciones en el imaginario del lector.

Creo que  la intensión del autor, en la primera parte del poemario, es presentar a Alexia desde una voz que se transforma lentamente en su propia voz (su lado femenino), que se mimetiza por momentos con la protagonista y discurre entre mitos, memorias, dioses negados, ancestrales recuerdos y una mujer- hombre, un hombre-mujer,  que se resiste al paso del tiempo y al amor.

En la segunda parte del libro el autor logra tomar distancia del personaje, retorna en la voz poética a su lado exclusivamente masculino, para dialogar desde allí con ella, reflexionar sobre sus propios prejuicios, sobre sus cosas en común, sobre la mirada  del mundo compartido.

Reséndiz Carmona  intenta recomponer de este modo su relación (en la ficción) con Alexia, una Alexia que cobra vida en el poema. 

El libro comienza  

Por la mañana/ sin ángeles ni demonios/     se desviste/

 deja caer el aura sobre un espacio sin ternura y abre la puerta al mundo de Alexia.

 

Ella es más que  el poema, es ese portal que ingresa, por un lado, a la parte femenina del autor, la otra cara de la luna, la otra faz de la moneda, la complementaria de sí mismo, donde se plantea el origen, los porqué y para qué del vivir, del morir, la libertad sus límites y el costo de ser libre.

 

El poeta dice:

La vida la emplumó/para volar los fines de semana/empapar suspiros/

Dicciones/la entrega sinfín a soñadores.

 

El paso del tiempo es para ALEXIA (así también para  todo ser  humano) un peso terrible que plantea interrogantes acerca de nuestra existencia y que el autor desnuda   cuando dice en sus versos

 

Cada mañana pierde la batalla en el espejo.

 

Alexia le teme al tiempo como el hombre le teme a la muerte

 

Densa y sin culpa/se está dejando morir/desde el temblor pasado.

 

Otra arista del poemario tiene que ver con el erotismo. Erotismo que  se revela, en diferentes momentos donde Alexia muestra su sensualidad a veces casi perversa.

Su seducción y sus amores involucran al autor más allá de lo ficcional y generan en él  sentimientos contradictorios. Por momentos parece censurarla y a veces su libertad lo confunde y lo atrae como un imán hacia el abismo

Alexia es  en mi interpretación una mujer libre que se transforma a sí  misma y se reinventa permanentemente.

El autor se refiere a ello en distintos versos como el que se transcribe

 

Tiene mil máscaras del mundo/ Ella es tigra/loba/acertijo/cueva para bucear sin escafandra/arrecife de lágrimas de apache.

 

En la segunda parte del libro, que corresponde al título Desde la otra orilla, Roberto Reséndiz Carmona toma distancia del personaje, que cobra vida más allá de sí mismo.

Retoma su voz y se reconcilia con ella, dialoga y pluraliza en los poemas con una complicidad existencial.

 

El le dice:

 

desde siempre/ hemos estado solos/ y más/ cuando la noche golpetea la sabana de los huesos/ la cicatriz peregrina de la sangre….

 

Vivimos asustados/temblamos/y no hay refugio/para enfrentar con dignidad la angustia….

 

La soledad y el desamparo es lo que los une, lo que los convierte en iguales, por otro lado él desea amarla, tomarla, fundirse en ella o tal vez que ella se transforme en parte de él

 

 Te deseo      desnuda/ quedarme en silencio en la tetilla izquierda/robar la sombra sin respuesta/las hojas de afeitar….

 

Finalmente Roberto Reséndiz Carmona se disculpa con Alexia y lo expresa en los últimos versos del  libro

 

 Interpreto como poeta que este libro está dirigido al lado femenino de sí mismo y a todas las que en su vida son  fueron o serán esa Alexia que desesperadamente busca  el poeta para crear belleza.

 

 El último  poema  que se transcribe constituye un cierre magistral para un libro que vale la pena leer y que con seguridad va a ser un ícono en la literatura latinoamericana contemporánea…

 

Alexia

Perdón por todos los poemas que debí decir

y se quedaron en la profundidad de las estancias.

 

Por las noches de mal amante

en las que fui al palacio del nunca jamás

y no supe descifrar los peldaños de la suerte.

 

Perdón por la humedad de las manos

y la ambigüedad de los sonidos

por las metáforas mal escanciadas en la espalda

por la ciudad en ruinas y los patios sucios.

 

Perdón por la mala memoria

y los cientos de piedras que traje de los ríos

por los clavos y tornillos que fui acumulando de la calle

por los cientos de papeles

con los que transformé el inmaterial destino.

 

Perdón por los libros que debí leer a tiempo

por el yodo, la sal, los etilenos,

por la tinta roja sobre la piel despierta

por no saber volar de negro en los espejos.

 

Perdón por los gritos circulares

por la habitación sin geodas de amatista

por los demonios que dejé libres

por los interminables monólogos

de las tres de la mañana

por despertar cansado

con los arcontes en la espalda.

 

Perdón por habitar la soledad

y las cuatro estaciones del invierno

por tanta estupidez

ausente del abrazo

por las veces que besé sin encender los ojos

asombrado de que Dios viviera en el costado.

 

Perdón por las ciudades que dejé sin puerta

por descuidar las ventanas

las flores del jardín

la casa

por indolente

por dejar que el desierto campeara entre las ramas

por apagar las velas doradas en los días deseados

y olvidar la oración que amansa la soledad y el miedo.

 

Perdón por los olvidos

y la ceguera que acompañó a mi mundo

por dejar de utilizar los últimos sentidos

y olvidar el corazón

en cualquier habitación de paso.

 

 

 

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