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Puebleando La Sábila, una comunidad chica, pero con un Santuario guadalupano grande

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La Sábila, Mpio. De Venustiano Carranza, Mich. A 28 de julio del 2014.- Apenas deja el viajero las últimas casas de la comunidad villamarense de Nicolás Romero, si desvía la vista hacia el noroeste, allá por el rumbo de San Pedro Caro, llama la atención un punto color ocre que sobresale de entre el verde propio de la época. Es la nueva iglesia con que cuenta la comunidad de La Sábila y que ha sido dedicada a la Virgen de Guadalupe. Se encuentra a unos cuantos minutos de la cabecera del municipio al cual pertenece, Venustiano Carranza, y a unos 16, 17 kilómetros de Villamar.  

Piso de mármol guinda obscuro, muy limpio. El altar y la parte posterior recubiertos de mármol verde. Sobre el retablo, en el que resalta la imagen de la Virgen de Guadalupe, se invita a la lectura de 2 preguntas: “¿Qué te aflige y angustia? ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?”  En el sacro lugar, formado por una sola nave, se acomodan unas 75 bancas de lustrosa madera y reciente hechura. A más de las figuras e  imágenes que han sido colocadas a los costados del retablo y altar, llama la atención el conjunto de relieves con que se recuerda la Vía Dolorosa. El ambiente es confortable. Apenas traspuesta la entrada principal, hacia la derecha, es visible el espacio de lo que fue la capilla original con que contaba la comunidad. “Antes, era un nichito”, cuanta una alegre ama de casa. Hoy, además de ser una extensión del cuerpo principal, hace las veces de la sacristía. Cuando se abandona el lugar, por la puerta principal, se observan los sanitarios públicos.

Al santuario, que ya está consagrado  –así lo llaman los fieles del lugar y muchos de los peregrinos que acuden de pueblos y comunidades vecinas--, se accede por 2 vías: por una amplia y sinuosa rampa cubierta por cemento hidráulico, o por una serie de pequeñas escalinatas. Ambas corren por entre las rocas que abundan en la falda del cerro. En términos generales, el medio que rodea la iglesia nos remite, lo queramos o no, hasta las faldas del Tepeyac, allá en delegación Gustavo A. Madero, en el Distrito Federal. Aquí, a falta del Pocito, bajo la plancha de cemento que se extiende abajo, sobre el costado sur de la construcción, y que hace las veces de plaza, en la que se puede practicar el basketbol, se encuentra la fuente que abastece de agua potable a la ranchería: un pozo profundo.

Los trabajos para la edificación del inmueble comenzaron durante la estancia del párroco don Sergio Sánchez Mora, oriundo de Sahuayo. El término y la bendición del mismo ocurrieron hace poco –una placa metálica, colocada sobre el muro norte de la iglesia recuerda el hecho--, correspondió al tangamandapense Roberto Torres López.  

Sobre una placa metálica, colocada al sur de la mole, se puede leer que los trabajos se llevaron 8 años, y fueron posibles gracias a la participación de muchos bienhechores. En el Año de la Fe, declarado por Benedicto XVI, el Sr. obispo don Javier Navarro Rodríguez consagró y dedicó la nueva iglesia a Nuestra Señora de Guadalupe, siendo párroco el Pbro. Roberto Torres López. Un par de peticiones ponen fin al grabado: “Que Santa María de Guadalupe nos guarde de todo mal y nos lleve al encuentro de Divino Hijo. Diciembre 15, del 2012”.

Cuando los fieles hablan de las obras, señalan que “este señor Cura (Torres López), le ha hecho todo: lo de las bancas, los vitrales, la pintura, colocó el piso. ¡Todo! Los jardines,… Todo, están por (la enjundia) del padre Roberto. Este señor Cura le ha hecho mucho. El ha hecho todas estas maravillas” recalca la mujer, que parece conocer la historia del Santuario. Se sabe que el monto invertido en el piso alcanzó a sumar un millón de pesos. Tal vez en esa ocasión, población, residentes en el extranjero y feligresía hayan recurrido al programa 3 en uno, según nota aparecida por esos días en la Red.

Esta comunidad, se encuentra situada en el extremo oriente del municipio, fue ranchería del municipio de Guarachita (hoy Villamar) a partir de 1831. Se tiene conocimiento de la existencia de una partida bautismal fechada del 10 de marzo de 1889. Sin embargo, tras creación de Villamar, fue separada de este municipio.

 

La fiesta más importante para los católicos de La Sábila, es el último domingo del mes de enero. Como sucede en toda esta región del Estado, por esos días aún permanecen muchos de los hijos que, forzados por las pocas oportunidades de empleo, han tenido que desplazarse a los Estados Unidos. Pero “la fiesta se celebra en ese domingo, vengan o no vengan los emigrados”, señala una dama que, a duras penas, acepta platicar con el corresponsal. Esta festividad se ha dado desde la construcción de la primer capillita con que contó la que, entonces, debió haber sido una breve congregación, seguramente formada por los peones de las haciendas que regentaron por centurias la enorme llanura que se extiende hacia el oriente, poniente y sobre hacia el sur, y que termina en lo que fue la hacienda de Guaracha.

En la actualidad, enmarcado en las fiestas de enero, se organiza un novenario. En él participan fieles de Tecomatán, La Mulita, El Varal, Cuamuatillo, Cuatro Esquinas, El Tejero, Ibarra, La Magdalena, Pajacuarán –que es un día grande, ponen todo el día una banda--, Pueblo Viejo, La Luz y Villamar.  El sábado antes de la fiesta, los vecinos organizan un gran baile.

Las duras restricciones para poder llegar a laborar en el país vecino, han desanimado a buena parte de los jóvenes del lugar. Esto los ha obligado a volver a labrar sus tierras en forma tradicional: a mano –sobre todo a lo largo de una falda que parece inacabable y rugosa y que se extiende más allá de El Platanal--. Aunque tampoco faltan los campesinos que, al contar con tierras en las partes planas del valle lo hacen con el auxilio de maquinaria. En estos terrenos son factibles la producción de garbanzo y cártamo, maíz y frijol.  “El desarrollo económico de la ranchería se da en base al campo, a la agricultura y a la ganadería”, dice un aficionado al ajedrez, con apariencia de maestro, mientras espera reanudar la partida que desde que llegamos a la plancha que hace las veces de plaza, llama nuestra atención (no es común ver a gente, en una comunidad como esta, en la práctica del juego arte).

El entrevistado, que pide no publicar su nombre, cuenta que “parte de las tierras del ejido son salitrosas, pero la mayoría es terreno laborable”. El ejido lo conforman “aproximadamente 82 ejidatarios”, y el cien por ciento del terreno es de temporal. En la breve población, por lo que he podido ver, se produce mucha leche, y no hay quien la industrialice. Esto obliga a los productores a venderla a los centros de acopio que se ubican en Sahuayo, Jiquilpan y Ocotlán Jalisco. El ganado, por su parte, es de buena clase. Como ocurre en todos los poblados del estado, aquí, en recuerdo del general Lázaro Cárdenas del Río, hay un busto del divisionario jiquilpense.

Algunas mujeres, que a esta hora esperan la celebración de la misa --que, cada lunes, a las 5 y media de la tarde, congrega a vecinos y devotos de La Morenita--, dijeron que “vienen de Cumuatillo, Pajacuarán y  El Platanal;  y de San Pedro ¡ya no se diga!”, remata una señora, luego de saludar a un grupo de fieles que se ha adelantado a la cita de este lunes. También llegan, hasta esta iglesia, fieles de “Villamar, de La Magdalena y hasta de Uruapan”, gracias a las recomendaciones de los sacerdotes que han pasado por la parroquia, indica esta señora, oriunda de San Pedro, “pero que tiene muchísimos años de acudir a esta reunión de los lunes”. Justo es decir que la mujer, además de asistir a las celebraciones litúrgicas, no pierde el tiempo: suele hacerse acompañar por familiares. Así, mientras ella atiende a los oficios religiosos, sus cercanos esperan la llegada de los posibles clientes para atender el breve y ambulante puestecito

Cuentan las damas que en las fiestas se suele servir a los comensales birria de chivo o de res, aunque también saben preparar el tradicional mole con pollo. Todos los platillos los acompañan con sopa de arroz y los rocían con cerveza o tequila. Sin embargo, si requieren carne de res, tienen que acudir a la cabecera del municipio, distante unos cuantos kilómetros.

En cuanto a los apoyos públicos, por parte de la presidencia municipal, las versiones se dividen. Para un sector, formado por mujeres principalmente, las autoridades hacen lo que pueden. Y avalan sus dichos al señalar las calles recubiertas con cemento hidráulico, que convergen en la plazoleta del pobladito. Cuentan, además, que como parte de tales apoyos se cuentan la bomba con que se extrae el agua potable para el caserío, el drenaje de la calle de Abajo –la entrada--, la Calle del Templo.

Empero, para otros, el trato que han recibido por parte de los distintos gobiernos municipales es como todos, “se olvidan de las comunidades pequeñas. Del partido que sean, prometen, en tiempos electorales, pero no cumplen. Esto va desde diputados, hasta presidentes municipales. Terminan su gestión y no los volvemos a ver”.

Los vecinos, que se ufanan de “todavía tener esa tranquilidad de pueblo”, invitan a los devotos de la Virgen de Guadalupe a que acudan los lunes. Los milagros que le pidan, la Virgen se los cumple. ¡Vengan a su Santuario!

 

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