Se suma a otros patrimonios de la comunidad como sus artesanías y sus fiestas
PATAMBAN, Mpio. de Tangancícuaro.—Primero fue su alfarería primero exclusivamente utilitaria; luego fueron sus fiestas y más recientemente sus artísticos y hermosos tapetes los que han hecho presente a esta comunidad más allá de nuestras fronteras.
En efecto, a pesar de haber contado durante generaciones con hermosos paisajes y ricos bosques poco aprovechados, Patamban se concentró en el desarrollo de la alfarería utilitaria.
Con técnicas rudimentarias y ancestrales los habitantes de esta comunidad indígena, ubicada en la puerta de entrada a lo más alto de la Meseta Purépecha, se dedicaron por generaciones a la alfarería.
En sus típicos hornos alimentados con leña, por generaciones la mayoría de sus habitantes se dedicó a producir ollas de barro, comales y, sobre todo, cántaros de diseño único que luego sacaban a vender a los mercados de los pueblos o incluso recorriendo pueblo por pueblo.
Con el paso de los años, víctimas de la embestida de la modernidad, la alfarería utilitaria dejó de ocupar un lugar en la mesa de las familias, sustituida por platos de yeso, otras vasijas en vez de ollas para tomar agua o cocer los alimentos, comales de metal en vez de los eficientes y enormes comales de barro; garrafones de plástico o cubetas para conservar el agua en vez de cántaros… hasta llegar a la era del plástico y, más reciente, a la del unicel o poliestireno.
A fin de sobrevivir, los alfareros de esta comunidad buscaron nuevos modelos, nuevos estilos, nuevos diseños y si bien es cierto que mantienen la alfarería tradicional a manera de testimonial se han enfocado más que nada a producir artículos de ornato.
Además, han incursionado en otras técnicas de la alfarería como la que producen en hornos a alta temperatura con lo cual obtienen piezas de cerámica.
Sigue siendo, pues, la alfarería un patrimonio por el que Patamban es conocido más allá de nuestras fronteras gracias a que se mantiene esa artesanía y a que los artesanos, como Tata Neftalí Ayungua Suárez, producen bellas, valiosas y reconocidas obras maestras.
Más recientemente Patamban se ha mantenido en la palestra gracias a sus fiestas patronales y como parte de ellas gracias a las composturas que sus habitantes elaboran en honor a Cristo Rey y que son verdaderas obras de arte.
Destacan entre las composturas los ya afamados tapetes por los que el día de la fiesta pasa la procesión con el Santísimo Sacramento. Se trata de alfombras que para unas horas realizan las familias enteras a base de semillas, flores, plantas, aserrín y que dan un gran colorido a sus obras.
Adicionalmente productos típicos como su pan, su ponteduro, su gastronomía, son elementos que contribuyen a que cada año miles de visitantes vengan a esta tierra de agradable clima.
CALLES EMPEDRADAS Y TECHOS DE TEJA
Pero curiosamente Patamban no es reconocido por otro valioso patrimonio que son sus casas y sus calles, pues Patamban se caracteriza por sus calles empedradas y sus casas de techo de teja, muros blancos y puertas de madera enmarcadas por el Cerro de Patamban.
Atraídos por las artesanías y por sus fiestas pareciera como si los visitantes no tuvieran en cuenta la belleza natural que como pueblo conserva esta población.
Aunque todavía se conservan algunas contadas trojes, predominan las construcciones de adobe y teja. Las trojes, una de ellas en el centro de la población y otro en la Calle Real, bien valdría la pena rescatarlos del abandono en el que se encuentran para darles el valor que tienen como parte de un modelo constructivo indígena.
Bien podrían incluso rescatarse para darles un uso colectivo y convertirlos, sobre todo el de la Calle Real que es enorme, en museo y sala de exhibiciones de artesanías.
Afortunadamente, salvo excepciones que deberían evitarse, la mayor parte de la población conserva sus construcciones de altos muros, amplios portales con columnas de madera y aleros que deben ser promovidas como un atractivo más, junto con las fiestas, junto con las artesanías, junto con la gastronomía.
Afortunadamente los habitantes de Patamban, sobre todo la actual generación, parece tener plena conciencia del valor de su tierra y de su entorno, pues han desarrollado iniciativas que tienen que ver con la conservación no solamente de sus recursos naturales como el bosque que buscan rescatar y fortalecer, sino también que tienen que ver con su identidad y con su cultura.
Un ejemplo de que quieren mantener el modelo propio de urbanización es el hecho de que, frente a la embestida del concreto como signo de modernidad, esta comunidad insiste en mantener el empedrado en sus calles.
Si bien es cierto que para garantizar durabilidad han recurrido al empedrado ahogado en concreto, las calles siguen destacando por el empedrado que da mayor realce a las construcciones de adobe, madera y teja.
Ojalá que esa conciencia que tienen por conservar no solamente tradiciones y cultura sino también el estilo propio de las construcciones se mantenga y aún sirva de acicate para otros pueblos aún hermosos como Patamban que existen en la región: Tinguindín, Churintzio, Tangancícuaro, Tangamnandapio, por citar algunos.
Que los habitantes de esos pueblos entiendan que conservar el estilo original de las construcciones no es signo de atraso ni de pobreza sino que, por el contrario, son un signo de riqueza y pueden ser un atractivo como ya lo son pueblos que han conservado sus construcciones originales. Un ejemplo claro, palpable, exitoso y que ha generado riqueza y bienestar es Mazamitla, Jalisco, en los límites con Michoacán.