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Valle de Guadalupe, Cañadas de Obregón, Mexticacán, Nochistlán de Mejía, Calvillo
El camino por La Barca, Jal. De allí, rumbo al norte, por Atotonilco, hasta la capital de Aguascalientes.
Paisaje rasgado, ondulado, de valles inmensos, de los que emerge alguna pequeña montaña, de tierra pobre, cubiertos de una vegetación baja, sobre todo huizaches, mesquites y algunos agaves.
Poco a poco voy cruzando pueblos chicos, recogidos, de casas rematadas con una cornisa. Piso de calles de piedra hundida en mezcla o de pavimento, generalmente de buena calidad. Uso de cantera rosa, que abunda en la región, en casas, en los portales con arcadas de sus plazas íntimas y en sus bellas iglesias. No se ve choza alguna. Por desgracia, medio poblados, debido a la sangría de quienes se van al Norte. Aquí me ocurre una reflexión. Toda la zona, por el tipo de sus suelos, ya expresado, aptos para ganado ovino, cabrío y vacuno. El problema es la carencia de agua para que beban las reses, ovejas, cabras. Bastaría que los dueños de un predio, refaccionados por el gobierno, lo proveyeran de aguajes o jagüeyes. De esa forma, nadie emigraría, pues habría trabajo e ingresos más que suficientes para todos los pobladores de estas comunidades.
Así fueron desfilando Atotonilco, un San Francisco de Asís, un Valle de Guadalupe –donde afirman que hay muchos descendientes de catalanes y en cuya plaza hay una pequeña estatua del Dr. José Barba Rubio, famoso dermatólogo que ejerció su profesión en Guadalajara--, Cañadas de Obregón –ignoro por qué lo calificarían con el nombre del general sonorense--. Aquí existe una pequeña plaza de toros, toda de sol, excepto un pequeño espacio cubierto en la parte alta para una banda de música y personajes especiales, construida con gradas de material rematadas en una losa de cantera; es la primera plaza de toros construida en toda América, el año 1680; sigue funcionando aún para lo que fue construida y también como lienzo charro. La cabecera municipal tiene sobre 2 mil habitantes y la rige un presidente municipal y 10 regidores, 5 varones y 6 mujeres.
La siguiente estación fue Mexticacán, el pueblo paletero de Jalisco, como lo es Tocumbo de Michoacán y mucho más allá.
Sigue Nochistlán, Zac., que fue la primer Guadalajara aquí en México, fundada por Juan de Oñate, el año 1530. Ya hace hambre, es la hora de comer. En uno de los dos restaurantes de la localidad, a media cuadra de la plaza, hubo buen servicio de carne y productos del mar, con el costo por platillo a la mitad de precio del que cobran en cualquier restaurante de Zamora.
Finalmente, ya de noche, es el paso por Teocaltiche, llegada a Aguascalientes y una visita al centro, a darle un vistazo rápido y tomar algo de cena.
Esta ciudad es de las selectas de tiempo del virreinato, hasta hace unos 40 años estancada, ahora en gran efervescencia, dinámica, a partir de que se instaló aquí la fábrica de coches japonesa Nisan, cuyas instalaciones se extienden quizás hasta por kilómetros, al lado de la carretera de acceso. Dicen que produce un vehículo cada minuto.
CALVILLO, AGS.
Al siguiente día, una visita a Calvillo, distante unos 40 kilómetros de la capital. Ya en sus goteras, se aprecian huertas de guayaba esparcidas por todas direcciones, en especial, sobre colinas. Un aspecto semejante al de los alrededores de un Tingüindín, Peribán, Uruapan… plantados de aguacate.
Pueblo bien cuidado, con al menos la calle principal, de una magnífica arquitectura, que me pareció parecida a la del centro de la capital de Colima. Resulta que es de los declarados “pueblo mágico”.
Mas que por su aspecto externo, Calvillo ha sido famoso por su riqueza principal, el cultivo de la guayaba. Se trata de una fruta de tamaño mediano, más bien uniforme, de color sonrosado, pecocita y de un exquisito sabor, del todo diferente al de cualquier otra variedad de esa fruta. Habría que surtirse para llevar a casa. Ya noche, el restaurante obligado del lugar está a la orilla de una presa de nombre Malpaso, formado por 4 grandes palapas, con buen número de comensales aún, pese a la hora.
Al siguiente día, el retorno fue por la autopista a León, y de allí por otra autopista, que desconocía, a Abasolo y de allí continuar por la transitada y amplia carretera libre Irapuato-La Piedad, donde, ya tarde, había que tomar unas carnitas en el restaurante del famoso X, donde también las degustó el presidente Calderón en una visita al lugar.